Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó hace un mes (octubre) la primera vacuna contra la malaria, expertos en enfermedades infecciosas coinciden en que se necesitan distintos tipos de vacunas y que tenerlas en el corto plazo será imposible sin la urgencia y el financiamiento que tuvo COVID-19.
En el Congreso Mundial de la Sociedad Americana de Medicina Tropical e Higiene (ASTMH), que ocurrió virtualmente del 17 al 21 de noviembre de 2021, la malaria fue una de las protagonistas porque, a pesar de ser totalmente prevenible, es una enfermedad que provoca la muerte de 400 mil personas al año, según el Reporte Mundial 2020. Dos tercios de los fallecimientos son en niños menores de 5 años, principalmente de África Subsahariana.
La urgencia por reducir el número de muertes, llevó a la OMS a recomendar, en octubre de 2021, la aplicación de la primera vacuna antipalúdica —conocida como RTS,S— para ser aplicada en países donde la transmisión de malaria es moderada o alta. La recomendación ocurrió tras una fase piloto con niños de Ghana, Kenya y Malawi, en la que se probó una disminución de 30 por ciento de los casos graves y mortales.
Es una eficacia limitada, pero para la OMS fue un momento “histórico” ya que su uso “junto a las herramientas existentes podría salvar decenas de miles de vidas jóvenes cada año”, dijo el director general de la OMS Tedros Adhanom Ghebreyesus.
“La vacuna tiene una alta inversión de retorno. Pero sabemos por sí misma no es una bala de plata. La ciencia muestra que resulta mucho mejor cuando se combina con intervenciones existentes”.
Raj Panjabi, coordinador del Programa Global de Malaria de Estados Unidos.
La RTS,S es insuficiente para erradicar la enfermedad debido a que “la malaria no es la típica enfermedad prevenible por vacunación”, dijo Ashley Birkett, del Centro para la Innovación y Acceso a las Vacunas de la organización PATH. “Se requieren niveles de anticuerpos extremadamente altos para conferir protección, y los anticuerpos deben estar en circulación en el momento de la exposición”, agregó Birkett.
Además, el agente que deben atacar es sofisticado. Se trata de los parásitos del género Plasmodium (especialmente P. falciparum y P. vivax), los cuales entran a través de la picadura de la hembra del mosquito Anopheles en el torrente sanguíneo de las personas e infecta las células del hígado. Ahí madura, se multiplica y reingresa a la sangre con la posibilidad de infectar otras células.
“El parásito es mucho mayor que un virus diminuto. El tamaño importa porque ha desarrollado muchos mecanismos de escape para asegurar su supervivencia, por ejemplo, contra los fármacos, a los que el parásito desarrolla resistencia con el tiempo”, dijo a SciDev.Net Regina Rabinovich, directora de la Iniciativa de Eliminación de la Malaria de ISGLOBAL en la Universidad de Barcelona.
Fuente: https://www.scidev.net/