La meditación es para nuestra alma, lo que el ejercicio físico es para nuestro cuerpo. Tonifica nuestro mundo emocional y fortalece nuestra capacidad de elegir y actuar sabiamente.
La meditación es para nuestra alma, lo que el ejercicio físico es para nuestro cuerpo. Tonifica nuestro mundo emocional y fortalece nuestra capacidad de elegir y actuar sabiamente.
La práctica diaria de la meditación nos otorga armonía, nos permite permanecer centrados y confiados en nuestra voz interior, para tomar las decisiones más sabias para nuestras vidas.
Meditar nos lleva a estar en contacto profundo con nuestro universo interior. El silencio y la respiración pausada y profunda nos otorgan la quietud necesaria para escuchar lo que nos dice nuestra alma.
Meditar es un ejercicio que implica estar presente y observar sin juzgar, nuestras sensaciones corporales, pensamientos y emociones. Es estar en contacto contigo mismo.
Las angustias y preocupaciones son parte de la vida, sin embargo no son lo que define la vida. Si se hacen presente en tu día a día obsérvalos, acéptalos y toma consciencia de que son transitorios.
Las pequeñas alegrías pueden ser fuentes inagotables de dicha. Disfruta y agradece las experiencias sencillas que a diario te conectan con el amor, la esperanza, la generosidad y la solidaridad.
Así como el cuerpo necesita nutrientes para tener energía, el alma necesita alimentos para fortalecerse. Una canción, un paseo bajo el cálido sol, la frescura del agua de un río, pueden ser experiencias que te conectan con tu interior y fortalecen tu mundo emocional.
Los momentos que más estrés me generen pueden ser momentos perfectos para comenzar a meditar. La tranca de tránsito, la reunión larga y tensa en la que todos desean hablar. En esos momentos de impaciencia puedo tomar unos segundos para respirar de forma pausada y profunda y atraer sosiego en medio del caos.
Lo que me define no es lo que yo hago, me define es lo que yo soy. Si soy un ser que alberga amor y compasión en su vida, seré capaz de transmitir ese amor y ayudar de forma genuina a quién lo necesite, lo que haga será la expresión de mi ser interior.
Todo en la vida es transitorio. Si experimentas una sensación de profunda tristeza o dolor, acéptala. Recuerda que así como el sol sale para dar fin a la noche e inicio al día, así mismo son las emociones. Son transitorias y pronto pasarán para dar cabida a nuevas experiencias en tu vida.
Pon toda tu atención en lo que haces ahora. Bien sea que escribas una disertación o que ofrezcas el saludo de buenos días a alguien. El poner tu atención, con todos tus sentidos en algo que haces, es una forma de meditación activa.
Una dolencia física o enfermedad puede ser el síntoma de una herida interna. Cuando sientas algún malestar reconócelo, obsérvalo y acéptalo; es el primer paso para identificar sus causas internas y contribuir con la recuperación de tu salud tanto emocional como física.
Acepta y honra tu situación actual. Si te resistes a lo que te ocurre podrías dejar de percibir el tesoro que cada momento trae consigo. La aceptación nos permite obtener el mayor aprendizaje de lo que nos ocurre para seguir evolucionando.
Al meditar, céntrate en tu respiración; el aire que inhalas trae quietud y serenidad, y el aire que expulsas se lleva consigo lo que te preocupa.
Ponerte en los zapatos del otro te permite tener una mirada más completa de las situaciones, ser más compasivo y generar lazos de afecto que enriquecen la vida.
Demuestra afecto hacia tus seres queridos. Una llamada, un mensajito o un email para saber cómo están, es un detalle que reconforta y nutre el amor.
Cada día procura tener experiencias sencillas que te conecten con la alegría. Escuchar tu canción favorita te puede generar buen ánimo y una mejor disposición para afrontar tus compromisos.
La relajación es la puerta de entrada a la meditación. Ubícate en un lugar cómodo y siéntate con la columna erguida. Respira haciendo inhalaciones y exhalaciones lentas y profundas. De esta manera, te pones en la mejor disposición para meditar.
Vivir una situación difícil te puede expandir. La decisión está en ti, es como recibir rocas. Su peso puede hundirte o puede servir para construir nuevas experiencias, sobre bases sólidas.
No te ates a aquello que te hizo enojar o sufrir. Dejar ir es la mejor forma de disponernos a recibir el regalo que se esconde detrás de cada experiencia y expandirnos.
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